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Nos encontramos ante uno de los artículos clave de esta serie, el que pretende explicar y tumbar muchos mitos entorno al contagio del VIH, al mismo tiempo que intentaremos fomentar la prevención y la salud desde el conocimiento veraz del proceso de entrada del virus en el cuerpo.
El único reservorio del virus para el contagio al ser humano es el propio ser humano, transmitiéndose de persona a persona únicamente a través de tres vías: sanguínea, sexual y materno-infantil (vertical).
La infección por vía sexual es una de las más importantes y, al mismo tiempo, más fáciles de evitar. El VIH está presente en el semen y fluidos vaginales, por lo que el acto sexual es un momento favorable para la infección siempre y cuando no se tomen precauciones. El simple uso del preservativo protege del contagio, reduciendo notablemente las probabilidades de infectarse. Es por esto que al hablar de la infección por VIH nunca nos cansaremos de repetir una y otra vez la importancia del uso del preservativo como herramienta fundamental en la prevención.
Aunque es más frecuente el contagio al practicar sexo anal, el sexo vaginal u oral sin protección también son vías de contagio del virus con un riesgo alto de infección. La presencia de otras enfermedades de transmisión sexual o de pequeñas heridas o úlceras en el momento del coito también favorecen y aumentan el riesgo de infección.
Otra de las vías de contagio del VIH es la sangre. El mecanismo más común de infección a través de la sangre se observa entre personas adictas a drogas por vía parenteral (inyecciones), ya que, aunque el virus no es capaz de sobrevivir fuera del cuerpo humano, se mantiene vivo por un tiempo limitado en la sangre que queda en una jeringuilla tras su uso, favoreciendo la transmisión del virus al compartir jeringuillas.
El hecho de que el VIH se transmita a través de la sangre también supone que el contacto con heridas de una persona infectada sea una vía de fácil contagio, motivo por el cuál los profesionales sanitarios son un grupo de riesgo de contraer la infección por VIH.
Por último, la transmisión por vía vertical o materno-infantil es una de las principales vías de contagio en países no desarrollados, ya que el VIH está presente tanto en el líquido amniótico que envuelve al feto como en la sangre de la madre. La mayoría de contagios se producen en el momento del parto, cuando la sangre de la madre y la del feto se ponen en contacto estrecho. En los países desarrollados, el control de la infección en la madre y la aplicación de un protocolo especial en el momento del nacimiento cuando se conoce que la madre está infectada, han conseguido que ésta vía de contagio sea la menos importante de las tres.
Además del momento del parto, la lactancia también es un momento donde el niño puede contraer la infección de su madre, ya que el VIH está presente en la leche materna. Esta vía de contagio también es más frecuente en países pobres, ya que en países desarrollados exiten alternativas a la lactancia materna que hacen que la transmisión del VIH por esta vía sea un hecho casi anecdótico.
La infección por cualquiera de las tres posibles vías (sanguínea, sexual y vertical) depende también de la carga viral («número de virus») que presenta la persona infectada en el momento del contacto, ya que una baja carga viral, que se logra a través de un correcto tratamiento, hace que las probabilidades de contagio se reduzcan drásticamente. En cualquier caso, el hecho de conocer que la otra persona presenta una carga viral baja, no debe hacer bajar la guardia en la prevención de la infección.
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